Tu tristeza
atraía toda tu energía, nada en el mundo era comparable con ella, hasta tus
sueños habían sucumbido a ella, por eso que tu vida estaba en peligro de vida,
entre besos de muerte.
“Espérame hasta
mañana” me dijiste casi sin voz. Yo acepté, fundamos un mínimo acuerdo, y eso
era lo que iba sosteniendo esta relación que a su vez te sostenía sin remedio.
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