martes, 18 de noviembre de 2008

Tres peligros acechan al pensar.

El peligro bueno, y por ende saludable, es la vecindad del poeta cantor.

El peligro maligno, y por ende el más agudo, es el pensar mismo. Éste ha de pensar contra sí mismo, algo de lo que sólo raras veces es capaz.

El peligro debido a una mala constitución, y por ende desordenado, es el filosofar.

















LLEGÓ LA POESÍA Y ME DIJO

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